Jose Dencas, uno de los máximos responsable del intento revolucionario de los hechos del 6 de octubre de 1934. Como reacción a la entrada de tres ministros de la CEDA al gobierno de la República, se vio obligado a exiliarse. Durante el intento fue el responsable directo de la creación de grupos paramilitares que él mismo dirigía y la detención de varios militantes anarquistas de la CNT.
Se criticó su actuación en esta ocasión como Consejero de Gobernación cuando ante la respuesta de los militares sus guerrillas desaparecieron y él mismo huyó del Palacio de la Generalidad por las alcantarillas, mientras otros grupos que habían participado en el intento lucharon hasta el final, como fueron los resistentes en el local del Centre Autonomista de Dependents d
el Comerç i de la Indústria (CADCI). De hecho, el escritor británico, Gerald Brenan, en su libro “El Laberinto español”, le atribuye una súbita connivencia con la derecha española, singularmente con José María Gil-Robles.
En la edición de Catalunya de ayer lunes hay una entrevista que le retrotrae a uno en el túnel del tiempo. Concretamente hasta los años treinta, cuando

lo que entonces se llamaba “el Orden Público” y hoy denominan “la seguridad ciudadana”, estaba en Catalunya bajo la (ir)responsabilidad de un individuo llamado Josep Dencàs, conseller (ministro) de Gobernación (hoy diríamos Interior) de la Generalitat republicana catalana.
El tal Josep Dencàs fue un elemento de cuidado. Dirigente de Estat Català (el sector literalmente fascista del independentismo catalán de la época), máximo jefe de los tenebrosos “escamots” (escuadras) paramilitares de “camises blaves” (camisas azules) de Estat Català, protector de los hermanos Miquel y Josep Badía (dos significados sicarios, que desde la dirección de la policía autonó
mica catalana dirigieron el pistolerismo antisindical nacionalista), y en fin, agitador extremista cuya hoja de servicios concluyó abruptamente el 6 de octubre de 1934, cuando tras fracasar la asonada independentista huyó del palacio de la Generalitat a través de las alcantarillas, apareciendo una semana después a la derecha de Mussolini en el balcón de Piazza del Popolo desde el que el Duce arengaba a sus secuaces. Una joya, el señor Dencàs.
Quede claro desde el principio que en sus primeras semanas al mando de policías y bomberos catalanes, Felip Puig no ha perdido el tiempo, eso es seguro. De Puig ya eran conocidos de antiguo sus exabruptos cuarteleros, su desprecio hacia la izquierda y sus valores, y su inquina contra los inmigrantes en general y los españoles en Catalunya en particular. Su mentalidad y maneras no han cambiado. Las primeras actuaciones del señor Puig, ya pregonadas antes de tomar posesión del cargo, han sido eliminar las cámaras de filmación de las comisarías de los Mossos d’Esquadra y derogar el Código Ético de esta policía autonómica, medidas ambas aprobadas por el Gobierno tripartito de izquierdas precedente con objeto de atajar los abusos (por llamarlos finamente) detectados en las comisarías catalanas. Los cambios revanchistas de Puig no se han frenado ahí, y puestos a derogar ha anulado la limitación de velocidad a 80 km/h en los accesos a Barcelona. Por derogar ha derogado incluso el mobiliario de despacho instalado por su antecesor, Joan Saura, del partido post-comunista IC, que ha sustituido por completo a pesar de la austeridad monacal en los gastos que predica el nuevo conseller.
AVENTURA EN LA TIERRA: Josep Dencàs regresa a Catalunya.
